Por Jose Fraile del Hoyo, director de mundiverso.
Últimamente, me viene interesando mucho la relación que tienen las nuevas tecnologías con la exclusión social. Para entender la relación existente, primero hay que conocer una serie de conceptos básicos. Una de las interpretaciones del concepto de brecha digital, se refiere a la distancia que existe entre quienes no tienen acceso a las nuevas tecnologías (TIC) de ese momento y aquellos que las utilizan y explotan todas sus posibilidades.
La distancia que existe entre los polos de la brecha digital, según vemos, dependerá del momento en el que realicemos la medición. Cuando yo estudiaba la carrera, para estar en el lado aventajado casi bastaba con tener ordenador y una dirección de email. El saber algo de office y tener internet en casa te convertía en un ídolo entre los tuyos. Por tanto, hace una década, la distancia que existía entre los extremos de la brecha digital era relativamente corta.
- imagen de freerangestock.com
Sin embargo, si hoy nos colocásemos en un extremo de este eje, no seríamos capaces de imaginar, tan siquiera, qué es lo que hay en el otro lado (así como una persona habituada al uso de TIC no puede pensar que haya personas que puedan vivir sin email, tampoco alguién que no uso nunca un ordenador alcanza a entender qué es eso de la web 2.0).
A esta polarización han contribuido los múltiples avances habidos en el mundo tecnológico (redes sociales, telefonía móvil, la web 2.0, el cloud computing, entre otros que no sólo han afectado a nuestra forma de trabajar, sino también han transformado nuestra manera de relacionarnos y de participar en la sociedad.
Esta realidad nos muestra, de nuevo, los dos lados de la moneda: las TIC han abierto nuevas vías de refuerzo de los procesos de inserción social de aquellos colectivos más vulnerables, obteniendo información práctica y desahogo de otras personas que pasaron por situaciones problematicas similares, facilitando el acceso a determinadas ofertas de empleo, mejorando su productividad, etc. Pero también suponen una nueva forma de exclusión digital, ya que aquellos que no se enganchen al carro tecnológico, tendrán un acceso limitado a la informacción, una red de apoyo menor, y, en definitiva, aumentará su vulnerabilidad ante situaciones de riesgo.
De esta forma, en poco menos de una década, el panorama mundial ha cambiado radicalmente:
- La lista de analfabetos digitales aumenta de la misma manera que aumentan las distancias entre los más tecnológicos y los que no pueden serlo.
- El tener email, ordenador, acceso a internet y conocimiento informático básico es lo mínimo que cualquier persona debería de poder tener.
- Tanto la sociedad civil como las administraciones públicas deberían desarrollar políticas y programas que eliminen la brecha digital.
- La respuesta requiere de soluciones complejas, ya que las acciones que se desarrollen deberían de adaptarse al país, zona y colectivo socioeconómico y cultural al que se dirija. Es por ello, por lo que, entre otras cosas, se requieren metodologías que conjuguen análisis cuantitativos (estadísticos) y cualitativos (participativos) en todo el proceso.
Todo esto abre un debate sobre si están los equipos de profesionales del tercer sector preparados para incorporar procesos de innovación en sus organizaciones para reducir la brecha digital y con ello reforzar los programas de intervención destinados a estos colectivos.
Desde mundiverso entendemos que las TIC no son algo aparte de la intervencion social (en sentido estricto), o simplemente una herramienta que facilita la consecución de nuestros objetivos, sino que constituyen un fin en sí mismas y, por tanto, un objetivo más dentro del marco de intervención.